Caverna Platón

   Los que estaban en la caverna de Platón creían que no existía otra realidad más que las imágenes que se proyectaban en la pared. Hoy pasa lo mismo. De alguna forma, estamos encadenados, mirando lo que ya no es, tanto en el mundo de la política, como de la economía, como de cualquier otro tema.
   Estamos recibiendo imágenes que a una parte del mundo le interesa que tengamos y las estamos aceptando sin rechistar, sin reflexionar. Y si hay un lugar donde eso se lleva al extremo es en el mundo mediático: prensa, televisión, radio... no ofrecen espacio para la reflexión y crítica, sólo para el mariposeo inconsciente de una a otra cadena, de una noticia a otra, todas igual de (poco) importantes.

   El ser humano se ha convertido en un animal de costumbres, aceptando la rutina diaria y temiendo cualquier variación de sus creencias o hábitos.  Heredamos y hacemos nuestra la tradición, sin llegar a razonar el por qué de dicha tradición. Nos volvemos esclavos de nuestra cultura, de nuestra  historia, y señalamos con el dedo a quien se atreva a juzgar lo comúnmente aceptado.

   Y la humanidad ha evolucionado gracias a aquellas personas inconformistas que han querido llegar más lejos, trascender el presente, el modelo de sociedad, e ir al fondo en sus reflexiones (aunque científicos, filósofos, humanistas… se han visto muchas veces humillados por sus ideas o teorías revolucionarias).
   El tiempo ha ido demostrando que ninguna civilización pasada estaba en posesión de la verdad absoluta, por tanto debemos reconocer que nuestra verdad de hoy puede ser la mentira del futuro.

   Y eso sólo lo pueden descubrir los que se atrevan a salir fuera de la caverna, por mucho miedo que dé,  y ver directamente el sol.